LAS TEMPORADAS DE DIOS

 

LAS TEMPORADAS DE DIOS

“Hay una temporada para todo, un tiempo para cada actividad bajo el cielo.” (Eclesiastés 3:1) NTV

Dentro de cada uno de nosotros hay una semilla divina, lista para germinar y dar fruto en un momento específico de la vida, en el cual llevaremos a cabo un plan de parte de Dios que nadie más puede lograr.

“Dios lo hizo todo hermoso para el momento apropiado. Él sembró la eternidad en el corazón humano” (Eclesiastés 3:11) NTV

El rey Salomón nos enseña en el libro de Eclesiastés que hay un tiempo específico para cada cosa en la vida. Tenemos la responsabilidad de tratar de comprender cuál es el momento de la vida que estamos viviendo, y que tarea específica debemos realizar.

“Un tiempo para nacer y un tiempo para morir. Un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar.” (Eclesiastés 3:2) NTV

Las temporadas de Dios son un tiempo especial en el que Dios visita la vida de sus hijos para activar una semilla eterna que fue colocada dentro nuestro antes de nacer. En las temporadas divinas, Dios obra de manera sobrenatural para que sus propósitos se lleven a cabo, y aquello que podía tardar meses o años, Dios lo resuelve en un instante.
La Biblia ofrece muchos ejemplos acerca de esta enseñanza. José fue un hombre que supo comprender las temporadas de Dios en su vida y se puso en sintonía con Él para explotar al máximo su potencial. Sus hermanos lo vendieron como esclavo a unos comerciantes, pero la mano de Dios jamás se apartó de su lado. Todo aquello que el enemigo planifique en tu contra, Dios lo utilizará para bien. José fue nombrado Gobernador de Egipto. Su habilidad para administrar salvó a toda una nación de la hambruna, y protegió la descendencia de Israel. NADA SE ESCAPA DE LOS PLANES DE DIOS. SUS PROPÓSITOS PERMANECEN PARA SIEMPRE.
David fue otro hombre que entendió las temporadas de Dios en su vida y supo aprovecharlas. Fue relegado al cuidado de las ovejas mientras sus hermanos servían en el ejército del rey. Dios utilizó esas largas horas que pasaba solo en el campo para prepararlo. David protegía a las ovejas del ataque de los osos y los leones con su honda. Seguramente no se imaginaba que un día ése mismo elemento que utilizaba para defender el ganado, le serviría para derrotar al guerrero más temido de la época, el temible gigante Goliat. Su ascenso al poder después de esa batalla fue meteórico. En un sólo día su vida cambió para siempre. Se casó con la hija del rey, su familia quedó exenta del pago de impuestos para siempre, se convirtió en uno de los jefes del ejército y posteriormente cuando Saúl murió se convirtió en el rey de Israel. NADA PUEDE DETENER LO QUE DIOS PLANIFICÓ PARA TU VIDA. No importa lo que piensen los demás, no importa lo que diga tu entorno, tus amigos, ni tu familia. Cuando el Creador del universo sopla a tu favor, la victoria está garantizada.
Hay tres características que se repiten en la Biblia cuando estudiamos las temporadas de Dios. Todos los grandes hombres de Dios pasan por estas tres etapas:
  1. Tiempo de visitación: Puede ser en el fondo de un pozo, en medio de la angustia como le sucedió a José mientras sus hermanos lo vendían como esclavo a unos mercaderes. Puede ser en la soledad de las montañas como le sucedió a David mientras hacía un trabajo sin mayor trascendencia, o quizás sea necesario que Jesús te “baje del caballo” como le sucedió a Saulo de Tarso. ¿Estás dispuesto a sintonizar la frecuencia divina para despertar la semilla eterna sembrada en tu interior?
  2. Una nueva visión – Preparación: En el caso de Saulo de Tarso esto fue literal, quedó ciego luego del encuentro con Jesús hasta que Ananías oró por el y la vista le fue restablecida. Junto con la visitación y el despertar de lo eterno en tu interior, Dios pondrá una nueva visión para llevar adelante su propósito.
  3. Búsqueda personal: Si hay algo que caracteriza a todos los hombres de Dios, es el deseo por pasar tiempo en la presencia de Dios. Cuando uno se encuentra con lo divino entiende que “es mejor pasar un día en su presencia que mil fuera de ellos…” (Salmos 84:10). Es en la presencia de Dios donde el ser humano encuentra la plenitud de todas las cosas, el tiempo se detiene y lo imposible se vuelve realidad.

Querido hermano, amada iglesia, de nada sirve pasar por esta vida sin descubrir el propósito por el cual hemos nacido. Algo eterno de parte del cielo fue sembrado en nuestro interior antes de nacer. Esa semilla espera que usted se ponga de acuerdo con el cielo para ser activada por Dios y rendir el máximo de su potencial. La temporada de visitación divina viene a tu vida. ¿Estas preparado?