Tu Alimento Diario
Hebreos 6:18-19
Dios ha hecho ambas cosas: la promesa y el juramento. Estas dos cosas no pueden cambiar, porque es imposible que Dios mienta. Por lo tanto, los que hemos acudido a él en busca de refugio podemos estar bien confiados aferrándonos a la esperanza que está delante de nosotros. Esta esperanza es un ancla firme y confiable para el alma.
Hay personas cuya ancla es el dinero o su trabajo y ante la crisis, sucumben; hay quienes confían en sus propias fuerzas, o en su familia, pero ante una enfermedad se desmoronan. De fuertes pasan a ser débiles, de valientes a temerosos, de seguros a inseguros.
Las promesas de Dios tienen que ser el ancla para tu alma, para mantenerte firme en medio de cualquier tormenta, sin riesgo de hundirte, manteniendo la paz, con la esperanza de que siempre llegarás a buen puerto.
Ora así: Padre Dios, gracias por tu promesa. Me anclo en ellas, confiando que estarás a mi lado todos los días guiándome hacia tu bendición. En el Nombre de Jesús, amén.
¡Bendecido Miércoles!