Tu Alimento Diario

Salmos 32:3-5

Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y gemía todo el día. Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano. Finalmente te confesé todos mis pecados y ya no intenté ocultar mi culpa. Me dije: Le confesaré mis rebeliones al Señor, ¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció.

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El rey David, en uno de los peores momentos de su vida, sintió que todo se derrumbaba cuando, por su pecado, la presencia de Dios se alejó.

Sin arrepentimiento y confesión se rompe la relación espiritual con Dios, y eso provoca un caos en tu mundo natural: falta de fuerzas, ausencia de paz, culpa, enfermedades físicas y psíquicas, fracaso, derrumbe económico, destrucción matrimonial y familiar.

Al confesar tu pecado y recibir Su perdón, no solo restableces tu relación con Dios, sino que se restaura tu paz interior, se sanan las relaciones con los demás y recuperas la capacidad de prosperar.

Ora así: Padre Dios, gracias por esta oportunidad de restaurar mi relación contigo. Me arrepiento de mis pecados y te pido perdón. Llena mi corazón de tu presencia, sana mi familia, bendice las obras de mis manos. Te lo pido en el Nombre de Jesús, amén.

¡Bendecido Jueves!