Tu Alimento Diario
Romanos 7:21-25
He descubierto el siguiente principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar hacer lo que está mal. Amo la ley de Dios con todo mi corazón, pero hay otro poder dentro de mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí. ¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte? ¡Gracias a Dios! La respuesta está en Jesucristo nuestro Señor.
Hay dos poderes que pelean por tu vida:
– por un lado el poder del pecado, que te seduce para luego esclavizarte, destruirte, matarte, robarte las bendiciones;
– y por el otro el poder de Dios, que te libera, restaura, revive, bendice.
El poder destructor del pecado no se puede anular con esfuerzos humanos, es necesario que recibas un poder mayor: el del Espíritu de Jesús, el único que puede hacerte verdaderamente libre.
Ora así: Padre Dios, te pido perdón por mis pecados y que cortes con las maldiciones que me esclavizan. Recibo el poder de tu Espíritu que me libera del poder del pecado y de la muerte. En el Nombre de Jesús, amén.
Bendecido Martes!